Este espacio nace del dolor profundo de una madre que perdió a su hija en un accidente de auto. El duelo por un hijo no termina, no se supera; se transforma, se adapta… y a veces, se comparte. Aquí comparto lo que me ha ayudado y abro un lugar para acompañarnos mutuamente.

💡 Lo que me ha ayudado
Durante los momentos más duros de mi duelo, descubrí pequeñas cosas que me aliviaban el alma. 🚌 Subir a un autobús sin rumbo, sentarme junto a la ventana y dejar que el paisaje pasara me daba una calma inexplicable. En ese anonimato podía llorar, pensar, respirar… y no tenía que hablar con nadie. Era un momento de paz en medio de tanto dolor.
Más adelante me refugié en el trabajo 💻. Sumergirme en mis tareas me ayudaba a desconectarme del pensamiento constante, del vacío. También salía a caminar sola 🚶♀️, a observar las calles, los árboles, el cielo. Ya nada se veía igual, porque yo había cambiado, y empecé a ver el mundo con otros ojos.
Con el tiempo, ayudar a los demás me dio una fuerza que no esperaba 🤝. Me conectaba con el dolor de otras personas, y eso me hizo comprender que no estaba sola. Todos llevamos heridas, aunque algunas no se vean. Eso me dio un propósito y me recordó que, aunque no podemos cambiar lo que nos pasó, sí podemos transformar cómo lo vivimos.
Hoy sé que el dolor no se va, pero se acomoda. Aprendí a reconocer mis días sensibles, a darme permiso para descansar, llorar o desconectarme 🧘♀️. Porque cuidarme también es una forma de cuidar a los que me rodean. Seguir adelante no significa olvidar, significa honrar desde el amor.
Este espacio existe para ti. Si estás viviendo un proceso de duelo y sientes la necesidad de compartir, de desahogarte o simplemente de ser leída, estoy aquí. Escríbeme si lo necesitas, desde el corazón.